miércoles, 30 de enero de 2008

Lo que no se dice, mata: a propósito de Benito Cereno de Herman Melville


Aarón Espinosa Beltrán


Para mi limitada biblioteca personal, sólo dos textos de Herman Melville bastan para colocarlo en el pedestal de los dioses de la literatura: Bartleby y Benito Cereno. Y aunque entre estos dos la referencia obligada es Bartleby por su condición precursora del siglo kafkiano, aún tengo muy viva la impresión de Benito Cereno como una obra de intensidad agotadora.

Benito Cereno es el encuentro del capitán norteamericano Amasa Delano con un desvencijado navío español, lleno de esclavos negros, capitaneado por don Benito Cereno, un criollo nativo de la provincia de Chile, en un solitario puerto sudamericano. Desde el inicio, Delano se da cuenta de la serie de inconsistencias y anormalidades que operan en la nave, misterios que finalmente se resolverán de una manera inesperada, sorprendente y oscura.

No es el propósito de este comentario estropear el trabajo narrativo de Melville, simplemente quisiera resaltar las dos virtudes narrativas que colocan a este extenso cuento en la categoría de obra maestra: la incertidumbre y la insinuación.

Con gran habilidad, el autor nos dimensiona en la limitada perspectiva del capitán Delano, involucrado ya en la nerviosa tarea de entender y dar lógica a los hechos acontecidos en la nave española, tanto por un deseo genuino de ayudar, como por un elemental instinto de seguridad y supervivencia de él y su tripulación.

Ya colocados en esa única dirección, personaje y lector se ven inmersos en un mar de sospechas, conjeturas e inferencias dadas a partir de los pocos e inconexos signos que Delano percibe; así, la ansiedad del personaje por saber la verdad contagia al lector, logrando así un sentido de tensión y agobio pocas veces logrado con tanta maestría en la literatura.

Y aunque el suspenso narrativo es moneda común en casi cualquier narrativa respetable, la segunda virtud, la insinuación, lo coloca más allá de la emoción del género de aventura marítima para darnos una estremecedora lección de valores y anti-valores humanos.

Encontramos aquí (sin entrar en detalles que perjudiquen la emoción de leer Benito Cereno) la generosidad, la valentía y la justicia confrontadas con la perversidad, la crueldad y la violencia. Y aunque estos son valores que podemos encontrar de forma elemental hasta en las películas de Disney, aquí no existe ningún afán moralizante, antes, parece brillar con más potencia, de manera muy disimulada y sutil, el aspecto negativo del hombre, su capacidad para la vileza más extrema.

Como un ejemplo remarcable de esto, la última conversación que sostiene Delano con Benito Cereno es la más relevante en este aspecto, y a mí gusto, uno de los logros literarios más admirables de la narrativa norteamericana. Al final del cuento, cuando todas la incógnitas se resuelven –de una forma más clara que en Bartleby, hay que decirlo- hay una frase expresada por Cereno que impacta aún más que toda la descripción de los hechos acaecidos en el barco; una frase que a mi parecer narra, sin decir absolutamente nada, todo aquello que de tan perverso es mejor no mencionarlo, pero que sin dudad es tan poderoso, que ha pesar de ser tocado tangencialmente, nos insinúa su negra profundidad; la verdad, lo que aconteció realmente en ese barco, queda guardado en los personajes como un secreto tremendo e inenarrable, que bajo el contexto de lo sucedido, podría abarcar todo el rango de lo que podemos considerar terrible y aberrante en la oscura condición humana, ahí, rodeados de la nada marítima, hombre frente a hombre, dejados a merced de sus verdaderos instintos primarios.

Melville, un verdadero genio de la literatura.

3 comentarios:

eV-oL dijo...

tengo que leer algo de él, me falta mucho por conocer joven editor. pero bueno tengo Barletby y compañía del gran Vila-Matas, inspirado en el de Melville.
saludos, nos estamos leyendo y releyendo.
un abrazo

ESP dijo...

Y ya que estamos en las recomendaciones, mi querida Evol Rock, te digo que no debes dejar esta vida sin leer "Lolita" de Nabokov, una muestra soberbia de como la perversión se vuelve arte, y Melville, pues Bartleby y Benito Cereno son de ley, mira que no por nada estaban en los gustos de don Jorge Luis Borges o Borgues, como le quieras decir, jeje.

eV-oL dijo...

Ya estoy leyendo Bartleby de Melville, me encanta, me gusta esa literatura donde se dibujan tanto los gestos humaos, donde hay muha descripción, tanta que hasta incomoda.