miércoles, 18 de junio de 2008

Algo sobre san Juan de la Cruz


(Qué bueno era escribir sobre esto....me pregunto si algún día podré hacerlo otra vez)




Para hablar de lo infinito, se tiene que utilizar otro recurso igualmente infinito: el símbolo, un lenguaje con significado inestable y de constante regeneramiento; sin límite semántico y provocador de reflexiones que se abren perpetuamente, pues sus propósitos comunicativos así lo exigen. ¿Cómo explicar las transiciones del alma que requiere unirse a Dios? En esa colosal tarea, san Juan tuvo que perseguir una analogía o correspondencia en el mundo material para mostrar una realidad sensible, y entre los muchos símbolos que utilizó, el de la noche oscura es el más importante de todos, ya que tiene todos los elementos de su poesía: la noche es profundidad de Dios y el abismo sin fin de su naturaleza; es la ansiedad por el misterio, el peso de lo que no se ve, el miedo de verse impedido por la penumbra; la noche es el éxtasis de los amantes, la hora secreta que esperan los enamorados para fundirse en un solo latido del corazón, en secreto, con la licencia que da la oscuridad para hacer lo que el día cohíbe con su deslumbramiento; la noche es calma, el dormir; el sueño que reconforta o atemoriza; la hora reflexiva donde las ideas encuentran el silencio necesario; la noche es amenaza, un temor a lo desconocido, el abismo de la fe, el camino a ciegas hacia el Misterio; asombra, conmueve, motiva y emociona; nadie conoce su principio, nadie conoce su fin, porque todo el universo es noche. La noche es el símbolo perfecto para describir a Dios.


De: La noche oscura de san Juan de la Cruz (fragmento)